El agotamiento emocional es un estado de “cansancio mental” al que llegas después de una sobrecarga de esfuerzo.
Algunas personas lo sufren antes que otras. Tiene mucho que ver con la forma en la que haces frente a los problemas, pero hasta la mujer más fuerte lo puede experimentar después de una temporada de estrés continuado.
Si el agotamiento emocional se mantiene, es decir, si no haces nada para solucionarlo, puede desencadenar ansiedad y/o depresión. Por eso es tan importante aprender a identificarlo y buscar ayuda en el caso de que notes lo primeros síntomas.
Por qué se produce el agotamiento emocional
El agotamiento emocional se produce habitualmente después de un largo periodo de estrés. Puede ser porque los problemas se suceden, porque te exiges demasiado o porque tienes demasiadas tareas y responsabilidades.
Este estrés puede provenir de distintas áreas. Por ejemplo, de la relación de pareja, si es conflictiva o hay muchas discusiones y desencuentros. Del entorno laboral, si tienes exceso de trabajo o sientes que tus esfuerzos no dan sus frutos. Del exceso de responsabilidades y tareas relacionadas con el hogar o con los hijos (arreglos en casa, reuniones, actividades extraescolares, cumpleaños infantiles, médicos, enfermedades…). Del cuidado de un familiar enfermo (síndrome del cuidador), sobre todo si éste no colabora en el tratamiento. De una sucesión de muchos problemas. Etc.
El caso es que después de un tiempo sometida a una presión que te impone la vida y sus circunstancias, el entorno o tú misma, llegas a un estado de malestar en el que te sientes superada, sobrepasada.
Cuando esto ocurre se manifiesta con una serie de síntomas que te voy a explicar en el siguiente apartado. Y es entonces cuando conviene parar y reflexionar acerca de lo que ha provocado el agotamiento, para hacer los cambios necesarios en tu vida y evitar que te pase en el futuro.
Cómo sé si tengo agotamiento emocional: 7 SEÑALES
La mejor pista para saber su sufres agotamiento emocional, es esa sensación que se resume en: “no puedo más, estoy harta”.
Además de esa sensación, el agotamiento emocional se manifiesta con:
- Insomnio: a pasear de que llegas a la cama cansada te cuesta dormirte. Principalmente porque no paras de darle vueltas a la cabeza sobre el día que ha pasado, lo que debes hacer el día siguiente, lo que ha quedado pendiente, etc.
- Dificultad para concentrarte: tienes tantas cosas en la cabeza que te cuesta concentrarte en lo que haces en ese momento. Eso además hace que tardes más en hacer algo y que no quede como te gustaría. Te sientes frustrada.
- Fallos en la memoria: al igual que ocurre con la dificultad para concentrarte, eres incapaz de acordarte de todo. Se te olvidan cosas y eso te supone más esfuerzo.
- Irritabilidad: Te molesta prácticamente todo. Que te hablen, que te interrumpan, que te pidan ayuda, que te ofrezcan ayuda, que hagan o que no hagan, que los demás se muestren serios, que sonrían… Cualquier cosa te irrita y acabas contestando con agresividad. Tu actitud te hace sentir mal, lo que empeora la situación y empiezas a cansarte incluso de ti misma.
- Apatía: no encuentras la motivación. Las cosas ya no te resultan interesantes y comienzas a verlo todo como un trabajo, incluso las actividades de ocio te suponen un esfuerzo. Tus emociones se aplanan y te cuesta incluso sonreír.
- Cansancio físico: además del cansancio mental, aparece el cansancio físico. Te sientes con poca energía y el insomnio lo acentúa.
Cómo se trata el agotamiento emocional
A pesar de que uno de los síntomas es el cansancio físico, el agotamiento emocional no se soluciona únicamente descansando. Necesitas una reestructuración en tu vida para que poco a poco recuperes la energía, pero sobre todo para disminuir las probabilidades de que vuelva a suceder.
Qué hacer cuando se acaba de producir
Dedicar un tiempo diario a alguna actividad que relaje tu cuerpo y tu mente es lo más recomendado cuando el agotamiento emocional es incipiente.
- Yoga. Elige una modalidad de yoga suave que te permita relajar cuerpo y mente sin forzarlo para no aumentar tu cansancio.
- Mindfulness. Actualmente hay muchos libros y talleres que te explican cómo practicar mindfulness para experimentar conscientemente tus emociones y enfrentarte a ellas con calma. Esta técnica está muy recomendada en casos de agotamiento emocional.
- Meditación. Puedes elegir la modalidad que mejor se adapte a tu día a día para que te resulte cómodo practicarla. Dedicándole unos minutos diarios notaras los beneficios que aporta en poco tiempo.
- Respiración diafragmática. La respiración diafragmática consiste tomar aire expandiendo el abdomen para ensanchar los pulmones. Inspira por la nariz hinchando tu abdomen mientras cuentas hasta 5. Aguanta el aire mientras cuentas hasta 3. Suelta el aire por la boca poco a poco con los labios apretados (como si estuvieras haciendo oscilar la llama de una vela). Cuenta hasta 3 de nuevo y vuelta a empezar. Esto se traduce en una respiración uniforme lenta y profunda, que favorece la concentración y la relajación. Dos veces al día durante unos 10 minutos es suficiente. Cuando aprendas a hacerla bien podrás practicarla en cualquier situación sin que se note que lo haces.
- Relajación muscular. Consiste en relajar grupos de músculos hasta conseguir la relajación de todo el cuerpo. Puedes añadir visualizaciones con escenas relajantes (playa, bosque…) para que resulte más placentero.
Cómo evitar recaídas
Para evitar que las tareas y responsabilidades te vuelvan a sobrepasar:
- No te exijas más de lo necesario. No tienes porqué estar metida en todo. Es importante decir que no a tareas que te suponen un tiempo que no tienes. Y no te sientas mal por rechazarlas porque el exceso de carga puede afectar a tu salud.
- Anota todas las actividades de las que te ocupas. Es el momento de poner sobre papel todo lo que llevas adelante en tu vida. Hasta las cosas que haces automáticamente. Todo cuenta. Escribe cada una de las actividades, la frecuencia, el tiempo y el esfuerzo que te suponen…
- Reduce el número de actividades. Cuando tengas la lista de actividades del punto anterior, señala las prioritarias y las prescindibles. A continuación, elimina las que no son necesarias
- Delega en los demás.Cuando tu lista haya quedado reducida a las tareas importantes o que para ti son prioritarias, elige algunas que puedan hacer los demás. Aunque te cueste hacerlo porque crees que tú lo harás mejor, no dudes en dejar que los demás se encarguen de algunas responsabilidades. Y acepta que lo harán a su modo y no al tuyo. Si tienes posibilidad puedes contratar a alguien para que te ayude (limpieza, ayuda a los niños con las tareas, llevarlos y recogerlos de las extraescolares…)
- Organiza. Planifica en la medida de lo posible las tareas que de verdad dependen de ti y organízalas de tal manera que te permita descansar entre una y otra. Si siguen siendo demasiadas como para hacerlas vuelve al punto 3.
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